Miscelánea

Buscan aliviar trastornos… ¿con psicodélicos?

Ciudad de México.- Para ese trastorno sin alivio luego de años de atención tradicional, un grupo de científicos propone una atípica y radical fórmula: una buena dosis de MDMA, o el famoso éxtasis, más algunas horas de psicoterapia.

Esto es parte de lo que se denomina como terapia asistida por psicodélicos, abordaje que busca revolucionar los servicios de salud mental aprovechando los estados alterados de percepción, pensamiento y sentimiento que pueden inducir drogas como el LSD, los hongos alucinógenos y hasta la ayahuasca o el peyote.

“Se considera al psicodélico, o molécula enteógena o enteogénica (que produce alucinación), como un canal para poder llegar a niveles de consciencia a donde, bajo terapias tradicionales, no podríamos llegar con los pacientes”, describe en entrevista la doctora Carmen Amezcua, especialista en Psiquiatría Integrativa.
“Todo este simbolismo, todo esto vivido, esta emoción, estos pensamientos que surgen durante la experiencia (psicodélica), pues se utilizan para poder ayudar a los pacientes a recuperarse, a cambiar cognitivamente ciertos patrones de conducta que los están enfermando”, agrega la experta certificada en este tipo de tratamiento por el Integrative Psychiatry Institute (IPI), de Denver, donde actualmente es docente.
Depresión, ansiedad, adicciones, anorexia nerviosa y trastorno de estrés postraumático (TEPT), son algunos de los problemas para los que se ha propuesto la terapia asistida por psicodélicos, sobre la que Amezcua enfatiza que se trata precisamente de eso, una terapia, dado que el proceso debe estar mediado por profesionales de la salud mental.

“El alucinógeno no cura por sí mismo, sino que coadyuva a que el sujeto pueda ser receptivo a la terapia”, reitera a REFORMA, por su parte, Monserrat Armenta, doctora en Neurofarmacología y Terapéutica Experimental.
“No es que te tomes el LSD y ya, espontáneamente no vas a tener depresión o ansiedad, sino que requiere que haya un entorno terapéutico, con sesiones terapéuticas posteriores al consumo”, continúa Armenta, destacando que el estudio con alucinógenos para tratar trastornos afectivos o padecimientos psiquiátricos no es algo nuevo, sino que se remonta a la década de los 50.

La ya mencionada combinación de MDMA -también conocida como “Molly”- con intervención psicológica no es un caso hipotético, sino una propuesta real de tratamiento para personas con TEPT en Estados Unidos, que, no obstante, apenas en agosto pasado la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) rechazó por falta de evidencia suficiente sobre su eficacia y seguridad.
“Sería el primer psicodélico realmente en ser aprobado por una entidad regulatoria que lo había criminalizado, que lo había metido al cajón de lo prohibido, y eso era algo impresionante”, pondera Amezcua.
“Iba a ser un hito, realmente un parteaguas para toda la investigación de las demás moléculas psicodélicas”, prosigue la psiquiatra, quien si bien encuentra decepcionante el rechazo por parte de la FDA, profesionalmente reconoce que debe robustecerse la investigación.

Y es que aunque los estudios clínicos realizados por la empresa Lykos Therapeutics arrojaron datos alentadores para este tratamiento del TEPT con cápsulas de midomafetamina (MDMA) y psicoterapia, lo cierto es que también hubo irregularidades en el proceso, como que pacientes y terapeutas sabían quién había recibido la droga y quién el placebo, lo cual pudo influir en los resultados.
“Que una investigación se publique y que haya dado resultados positivos no es suficiente. Necesitas muchos pacientes, que haya ética, que tengan las variables más controladas, y que también se pueda evaluar a largo plazo”, subraya Armenta, quien coincide en que sigue haciendo falta que se estudie más esta alternativa tan controversial.

El caso está lejos de ser un asunto menor en EU, donde el gremio de veteranos, entre quienes se registran porcentajes importantes de TEPT, es uno de los principales impulsores de este nuevo tratamiento, y donde ya también un grupo de 80 legisladores federales solicitó al Presidente Joe Biden respaldar la iniciativa.
“Por supuesto, hay un tema político y económico”, admite Amezcua.
“Hablamos de una enfermedad que está generando muchísimo gasto, muchísimo dolor, y que cuesta mucho dinero”, expone. “Y, por otro lado, las farmacéuticas seguramente no quieren tampoco perder esa parte de su pastel”.
Por ahora, la FDA ha solicitado un nuevo ensayo clínico fase 3 para estudiar más a fondo la seguridad y eficacia de la midomafetamina.
Esto quizás retrasará varios años más su entrada en vigor como terapia, pero resulta ineludible; “necesitamos ahora sí que los pelos de la burra en la mano para demostrar el poder tan maravilloso que tienen (los psicodélicos) como tratamiento en salud mental”, remarca Amezcua.
Pero… ¿y los riesgos?

A pesar del entusiasmo con que hablan de esta inusual alternativa de atención, ni Amezcua ni Armenta son omisas respecto a los peligros que entraña.

Lo primero que la psiquiatra del IPI refiere es la cuestión cardiovascular, ya que este tipo de sustancias incrementan la frecuencia cardíaca hasta un 30 por ciento arriba de lo normal.
“Entonces, si tú no estás preparado, si tienes una condición premórbida, ya tuviste un infarto, eres hipertenso o tienes presión arterial alta y no estás controlado, sí puede llegar a haber un riesgo incluso de muerte”, advierte Amezcua.
“No puedes tú llegar a una experiencia (psicodélica) sin saber si tu corazón está preparado para ella”, añade. “(Los psicodélicos) no son inocuos, la dosis importa. No es lo mismo una dosis que tu cuerpo puede tolerar a una dosis que resulte tóxica para tu hígado, para tu corazón, para tus riñones, principalmente”.
Aunado a ello, el consumo de estas sustancias estaría fuertemente contraindicado para toda persona con antecedentes de psicosis o trastorno bipolar por el riesgo de que se detonen crisis y episodios graves, como hasta ahora se ha sugerido que puede suceder.
“Pueden ser episodios de primera vez que, tristemente, se cronifiquen. Hablamos de detonar una enfermedad mental que va a ser crónica en alguien que probablemente la hubiera librado si no hubiera consumido una sustancia de éstas. Eso es lo que más hay que cuidar”, insta Amezcua, quien también habla del riesgo de “quedarse en el viaje”, como sucede con menos del 3 por ciento de quienes consumen una droga de éstas.
“Tienen efectos crónicos donde hay cuadros psicóticos de largo plazo o donde hay cuadros de ansiedad o depresivos que no ceden”, ilustra la psiquiatra. “Pero hablar hoy de un 3 por ciento de una población que cada día está mucho más en contacto con esto es hablar de mucha gente”.
Y a propósito de si pueden generar adicción, Armenta explica que los alucinógenos clásicos -LSD, la psilocibina, el DMT y la mescalina- son los que “menos reforzamiento del circuito de recompensa tienen”, por lo que no fomentan una conducta adictiva de manera química.

No así en el caso de la midomafetamina, una droga sintética que, como su nombre sugiere, pertenece a la familia de las anfetaminas, y que aunque también tiene propiedades alucinógenas, su principal efecto es más bien psicoestimulante, ya que influye en la actividad de la serotonina, la dopamina y la norepinefrina, tres neurotransmisores -mensajeros químicos del cerebro- relacionados con el estado de ánimo y el comportamiento.
“Este mecanismo conlleva a que genere neurotoxicidad porque se mete en la célula y la intoxica, por decirlo de alguna manera”, apunta Armenta. “Y también genera adicción porque esta sustancia sí va a estimular el circuito dopaminérgico, y sí va a generar una dependencia física”.
De ahí que la terapia asistida con psicodélicos siempre deba ir precedida de una apropiada evaluación de los sujetos; “estamos hablando de un set físico y un set mental, un set incluso espiritual”, subraya Amezcua.
“(Los psicodélicos) no son para todos ni para todo; no te van a cambiar la vida ni te van hacer vivir una vida feliz y plena por sí solos. Mucha de la responsabilidad está en nosotros, y en poder hacer un manejo de nuestra salud mental más integrativo”, abunda la psiquiatra.
“Trabajar sobre lo espiritual, trabajar sobre la mente, trabajar sobre el cuerpo y, sobre todo, pues estar muy conscientes de este estilo de vida que tenemos: la relación con nuestro celular, con nuestras parejas, con nuestros amigos, con nuestra familia, el dormir, el comer. Eso es realmente lo que nos va a ayudar a mejorar nuestra salud mental”.
‘México debe estar listo’

Que ya en Estados Unidos esté discutiéndose la aprobación de un tratamiento con una droga como el MDMA hace que tal posibilidad esté muy próxima a ser una realidad también en México.

“Hoy contamos con protocolos regulatorios para que una molécula nueva aprobada por un comité como es la FDA nos permita a nosotros tener un producto nuevo en México en menos de nueve meses”, señala Amezcua, lanzando un exhorto a estar preparados e ir allanando el camino con educación y acompañamiento.
“Los pacientes, cuando duele algo, cuando están sufriendo, cuando no encuentran realmente una respuesta en la alopatía, en la medicina o psiquiatría tradicional, van a buscar sí o sí estas alternativas. La gente lo va a hacer; entonces, es mejor educarlos, prepararlos, decirles cómo hacerlo.
“Si tú llegas a decirle al paciente: ‘Estás loco, no hagas ayahuasca, estás tarado, eso te va a hacer peor, te vas a quedar en el viaje’, y no le damos la información, sino sólo estamos satanizando algo que el paciente de todas maneras va a hacer, estamos contribuyendo a que esto se haga más grave”, alerta la especialista.
A final de cuentas, el acceso a estas sustancias es relativamente sencillo en el País, lo mismo en retiros espirituales que en conciertos y fiestas. Por lo que resulta igualmente imperioso cuidar que tal consumo recreativo no termine por echar para atrás las investigaciones, como ya ocurrió en su momento con el LSD en EU.
“Pudiera volver a cerrar el canal que hoy día va en avance, que hoy día ha demostrado eficacia, que hoy día vemos de verdad muchos testimonios de personas que se han beneficiado y que no tenían un beneficio de la psiquiatría tradicional”, dice Amezcua, para quien los problemas de salud mental actualmente constituyen la pandemia más severa que hay.

“Eso es lo preocupante, el que no podamos cuidar la parte recreativa, que no logremos limitar eso, que no hagamos un buen manejo de minimización de riesgos, y entonces pongamos en riesgo a los pacientes que realmente lo necesitan”, concluye la psiquiatra.

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