Espectáculos

El último concierto de Ozzy Osbourne fue una peregrinación

Llegaron por miles.

Vestían de negro, con camisetas con crucifijos, dragones y demonios.

Se reunieron el sábado en Birmingham, Inglaterra, para presentar sus respetos a una figura con un significado casi religioso en el mundo del heavy metal: Ozzy Osbourne, “el príncipe de las tinieblas”.

Desde que, en 1968, Osbourne y sus compañeros de banda Tony Iommi, Bill Ward y Geezer Butler formaron Black Sabbath en Birmingham, se les considera los padres del heavy metal.

El sábado, Osbourne, de 76 años, fue el centro de “Back to the Beginning”, un concierto de 10 horas en el estadio de fútbol Villa Park que, según había dicho, culminaría con la última aparición de Black Sabbath en el escenario.

No era la primera vez que anunciaba su retirada de las giras o de las actuaciones en directo, pero esta vez parece que era en serio. En los últimos años, el cantante ha tenido una serie de problemas de salud, incluida la enfermedad de Parkinson. En febrero declaró a una emisora de radio que ya no podía caminar. Muchos seguidores que asistieron al concierto del sábado, para el que se habían agotado las entradas, dijeron que se alegrarían de que incluso solo saliera al escenario, aunque no cantara.

Así que cuando, hacia las 9:00 p. m., Osbourne apareció elevándose desde debajo del escenario, sentado en un trono negro coronado por un murciélago ornamental y acentuado por un par de calaveras brillantes, una en cada reposabrazos, el público rugió.

“¿Están listos?”, gritó Osbourne, y luego empezó a cantar un set de cinco canciones que lanzó en solitario, incluido su primer sencillo de 1980, “Crazy Train”.

Mientras cantaba, Osbourne provocaba al público, poniendo caras tontas y haciendo gestos para que aplaudieran al compás. En un momento dado, activó una pistola de agua junto a su trono y empapó a las primeras filas de seguidores.

La respuesta del público a la música y las payasadas fue alegre, y Osbourne parecía abrumado tras haber pasado tanto tiempo fuera de los escenarios. “Llevo seis años en cama”, dijo. “Gracias de todo corazón”.

La actuación en solitario solo fue un aperitivo antes de la reunión a gran escala de Black Sabbath, que coronó todo un día de homenajes de algunos de los nombres más famosos del rock. Guns N’ Roses, Metallica, Slayer y otras bandas le rindieron tributo a Black Sabbath e incluyeron versiones de los éxitos de la banda en sus actuaciones. Desde la tarde hasta la noche, la multitud hizo cuernos del diablo, bailando y agitando las cabezas.

En los días previos al concierto, los seguidores de Osbourne recorrieron Birmingham para hacerse fotos en lugares asociados con el cantante, incluida la casa donde vivió durante su infancia.

Osbourne, quien procede de una familia de clase trabajadora y fue empleado de un matadero, creció en una pequeña casa ubicada a pocos minutos del estadio.

El sábado por la mañana, mientras los fanáticos posaban para hacerse selfis ante la puerta principal de la casa, su actual ocupante, Nazish Mahfooz, de 32 años, llegó a casa cargada con bolsas de comida. Mahfooz, trabajadora del transporte, dijo que su familia le dijo que les cobrara a las personas por las fotos, o que al menos les ofreciera la posibilidad de darle 20 libras esterlinas (unos 27 dólares estadounidenses) por entrar a la vivienda. Pero no quiso hacerlo, dijo Mahfooz.

En su lugar, colgó una camiseta de Osbourne en una ventana del piso de abajo para añadir algo a las fotos de los visitantes. “Existe el estereotipo de que los fans del rock no son amables”, dijo Mahfooz, “pero, sinceramente, ha estado muy bien”.

En entrevistas realizadas en los alrededores del estadio, los seguidores dijeron que habían viajado desde Argentina, Canadá, Dinamarca, India, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos para asistir al concierto, y algunos habían llegado al límite de sus tarjetas de crédito para poder estar ahí.

Kelly Clark, fotógrafa de 56 años de Nueva Escocia, Canadá, dijo que la música de Osbourne había sido la banda sonora de su vida. Afirmó que, aunque ya lo había visto muchas veces, este viaje tenía un significado especial porque pensaba esparcir en el estadio las cenizas de su ahijada, fanática de Osbourne. Clark dijo que su ahijada falleció en un accidente de coche en 2023, pero le habría gustado asistir al concierto.

Cerca de ella estaba Rigmor Nikander, una organizadora de bodas de Copenhague en las últimas fases de su embarazo, de pie con sus manos juntas sobre el vientre. Dijo que, hace unos años, su prometido le presentó a Black Sabbath y ahora está enganchada. “Si es un niño, le llamaremos Ozzy”, dijo Nikander.

No todos los fans viajaron desde países lejanos. Tash Patel, diseñador gráfico de 55 años, dijo que había crecido cerca del estadio y que vio por primera vez a Osbourne a finales de la década de 1970, cuando el cantante entró en la tienda de su padre “completamente desnudo” para comprar alcohol. “Era una época en la que Ozzy se pasaba mucho con la bebida y las drogas”, dijo Patel.

Patel dijo que intentaba no beber demasiado el sábado para no olvidarse del concierto. Pero, al fin y al cabo, era una fiesta. “Ya me he tomado cinco cervezas. Intento ir a mi ritmo”, dijo.

Y el evento fue más un maratón que una carrera. El primer grupo, Mastodon, actuó a la 1:00 p. m. Varias horas después, hubo una batalla de tambores con miembros de Blink 182, Red Hot Chili Peppers y Tool. Los actos se intercalaron con mensajes de video de una sorprendente variedad de famosos, entre ellos Dolly Parton y Elton John.

No fue sino hasta alrededor de las 10:00 p. m. cuando las enormes pantallas de la parte delantera del estadio empezaron a mostrar fragmentos de Black Sabbath en sus mejores épocas.

Entonces, desde detrás de un cartel en el escenario en el que se leía “Back to the Beginning”, aparecieron de repente los miembros originales de la banda, juntos por primera vez desde 2005, con Osbourne sentado de nuevo en su trono de murciélago. El grupo empezó con “War Pigs”, un lúgubre himno antibélico de 1970. “Generales reunidos en sus masas”, gimió Osbourne. “Como brujas en misas negras”. La multitud, compuesta por 45.000 personas, se desgañitó.

La banda tocó un breve set de cuatro canciones, que terminó con una rápida interpretación de “Paranoid”. “Dios los bendiga a todos”, gritó Osbourne. Luego, mientras estallaban fuegos artificiales y el escenario giraba para perder de vista a Osbourne, el público, emocionado, coreó su nombre: “¡Oz-zy! ¡Oz-zy! Oz-zy!”.

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