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Mirar la luna

Esa maravillosa visión acompañó partir de ese momento el camino de Claudia a su casa y eso atenuó un poco su cansancio y dibujó una sonrisa en su rostro.

No cabe duda, pensó, la luna llena siempre es un placer inesperado, un milagro, un regalo de la vida…

Y a ti, ¿Te ocurre a veces lo mismo que a Claudia? ¿Puede la belleza de la luna despertar tu entusiasmo y serenar tu ánimo?

Desde tiempos muy remotos la luna ha sido motivo de fascinación, curiosidad y poesía para los seres humanos.

La observación de sus fases fue de gran importancia para la creación de los calendarios primitivos.

¿Sabías que muchas religiones antiguas la relacionaron con lo femenino? Esto se debió, sobre todo, a la coincidencia del número de días del ciclo lunar con los del ciclo menstrual.

Además, su cualidad de surgir y desaparecer en el cielo nocturno en el transcurso de 28 días, se consideró un símbolo de la idea del morir y renacer, es decir, de la posibilidad de renovarse.

Tal vez esa sea una de las razones de que muchas personas, como en el caso de Claudia, perciban la aparición de la luna llena como un signo esperanzador.

Te comparto algunos datos interesantes:

La palabra luna es de origen latino y es una contracción de lucina que significaba para los romanos “brillar o iluminar”. 

En el caso de su nombre en inglés, moon, se deriva del indoeuropeo mó, que quiere decir “medida”, y de ahí viene también el nombre de la luna en alemán: mond.

Los griegos la llamaron Selene, los japoneses tsuki, los portugueses lua, los mexicas meztli y los mayas ix-chel.  Galileo Galilei la observó por primera vez a través de un telescopio en 1609 y descubrió que su superficie no era lisa, como hasta entonces se creía.

Como sabes, se trata del único satélite natural de la tierra. Es visible por las noches y a veces en las tardes y en las mañanas aparece, como decía el escritor Italo Calvino, “como una sombra blanquecina en el azul intenso del cielo.”

En 1969, hace casi 50 años, los seres humanos llegamos por primera vez a la luna en el viaje de la nave espacial Apolo 11. 

Cada vez la ciencia sabe más de ella y sin embargo no ha perdido su enorme carga poética.  En la luna, decía el escritor argentino Jorge Luis Borges, viven “los sueños, lo inasible, el tiempo que se pierde, lo posible y lo imposible”.

El poeta Jaime Sabines recomendaba tomarla a cucharadas y decía:

“Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y a las clínicas.”

“Rueda helada”, “bruma de plata”, “laberinto luminoso”, la han llamado los poetas.

Su brillo le da voz a nuestros pensamientos más profundo. Goza la luna y mírala siempre que puedas.  Piensa, como dijo el mismo Borges, “que es tu espejo”.